miércoles, 5 de marzo de 2014

El jugo de mango

Según las conversaciones de desayuno, almuerzo o comida de un hogar constituido por un padre, una madre y tres hermanas, el menor de la casa siempre será el más beneficiado. En mi caso, haber sido la menor de un hogar constituido por un padre educador, una madre valiente, una hermana mayor disciplinada y otra hermana dedicada a su profesión, me ha enseñado que ser el menor de la casa es genial!

Al menor de una casa se le puede perdonar la lágrima, el error, el puchero o el estado de consentimiento  típico de quien quiere algo porque sí. Pero luego de un exhaustivo análisis de las cosas no tan divertidas de ser menor, el considerarlo hijo menor inexperto o desconocedor, puede llegar a cambiarte la vida y podría llegar a convertirte en el más adulto de todos en un hogar.

¿Cómo podría un menor o una menor ser un adulto? creo que ni los padres, ni los hermanos mayores lo verán a uno como un adulto de verdad. Pero, me pregunto, ¿y si en el caso de las mujeres, esas niñas menores de la casa, tuvieran que aprender a vivir la vida de adultos sin planearlo?, ¿qué pasaría si un día despertaran y miraran atrás para darse cuenta que aunque son las menores de la casa, siempre seguirán siendo adultas?.

Es ahí donde yo creo que ser adulta puede empezar cuando tienes 17 o 18 años y Dios te da la oportunidad de ser mamá, cuando a los dos años de tener tu hija pierdes a tu madre pero ganas un ángel que te va a cuidar. Cuando tienes que asumir la responsabilidad de ser la mujer de la casa antes de los 25 años con un hermano mayor y un papá. Ser adulta también empieza cuando debes pagar tus servicios, ahorrar para el colegio de tu hija, para su ropa, para su vida, y pensar en cómo enfrentarás al padre de tu hija que a veces está y no está. 

Lo increíble de todo no es que esa vida para algunos sea dura, lo increíble es que para algunas niñas menores de la casa, esa ha sido su mejor vida. La niña que conozco no sólo tiene una hija increíblemente bella, también tiene una familia genial y vive cada uno de sus días con una sonrisa al despertar.

Andrea es la niña menor de una casa que conocí en el 2006. Es la típica niña menor que ya no tiene que avisar si llega tarde, pero que igual avisa. Es la menor que sale con su hermano mayor de rumba y se siente rara. Es la menor que comparte sus secretos con sus hermanas mayores. Es la que administra su tiempo para ser mamá, hermana, hija, amiga y compañera.

Es "la menor" que seguro algún día se preguntó: ¿qué se sentirá tener una hermana menor?.

No quiero pensar en cuántos años tengo, pero sí quiero pensar en cuantos años tiene Andrea, pues gracias a su papel de hermana 6 años menor, ella me hace sonreír cada vez que me recuerda lo vieja que me veía tomándome un jugo de mango en el Hard Rock de las Vegas. 

Mientras ese día vuelve a llegar, seguiré volteando los ojos en blanco cada vez que me recuerde mi jugo de mango y yo le recordaré todas las fiestas que me la he tenido que aguantar, porque así esté de cumpleaños, yo la molestaré por no dejarme tomar mi jugo en paz. A pesar de eso, Andreita siempre será esa amiga y esa hermana menor incondicional.