viernes, 7 de julio de 2023

Sophia

-Nunca supe su nombre, pero la vi pasar en varias ocasiones, disfrutaba quebrar las hojas secas y hacer salpicar los charcos de agua con su paraguas, le gustaba el café claro y con poco azúcar y casi siempre se sentaba en esa silla donde está aquel hombre. Decía que desde ahí podía ver quién cruzaría la esquina y entraría a su tienda. “Me gusta el calor de este lugar”, me dijo la primera vez que la vi entrar al Café. Caminaba como si todos los días fueran verano e insistía que las sillas de la barra eran muy incómodas para un lugar tan acogedor. 

El inspector continuaba haciendo preguntas, mientras la amiga de Sophia se fumaba un cigarrillo e intentaba comprender cómo aquella noche había terminado así. Sus ojos rodeados de rímel y lágrimas al mismo tiempo, repetían la escena una y otra vez. La luces cíclicas rojas y azules fuera del Café hacían que su vestido cambiara de rojo a lila cada tres segundos a través de los grandes ventanales. 

Aunque el inspector intentaba resolver el caso, disfrutaba de la compañía de aquella hermosa mujer. Su fragancia femenina y dulce L'Heure Bleue lo hacían ir y volver a Francia una y otra vez cada vez que el rubio de se pelo se movía en la lentitud de su tristeza. Sus nervios se incrementaron cuando ella movió sus pies y dejó caer sus tacones del taburete de madera, cruzó sus piernas y las medias veladas dejaban ver la delicadeza des sus pies pequeños y sus uñas rojas. Él tuvo que respirar profundamente y quitarse el su sombrero Borsalino y soltar un poco su corbata. Mientras ella pensaba en Sophia, él se imaginaba rápidamente una noche romántica, con una copa de vino en el Hotel Plaza de la calle Central Park South, los tacones de ella en la entrada de la habitación, su vestido rojo en el sofá y un despertar lleno de caricias y sensaciones que hacía mucho tiempo no tenía. 

Mark era un hombre solitario rodeado de las sirenas de la noche, de timbres telefónicos del Departamento de Policía, de papeles de escritorio y el agobiante ruido de las calles de New York. Aunque su traje azul, sus mancornas y su imaginación lo hacían ver como un hombre arrollador, en realidad, era un hombre sencillo. Su vida nocturna no le permitía conocer a nadie, esa noche era la primera vez que deseaba no pensar en los casos de la vida y la muerte, pensaba que tal vez una noche de pasión lo haría revivir lo que por tanto tiempo esperaba. 

Mark retomaba las preguntas a la mujer de brazos delgados, y labios rojos. Y ella continuaba sin entender por qué esa noche no pudo atender a tiempo su llamada. La voz de Sophia al otro lado del teléfono con su tono desesperado, le hacía palpitar el corazón. 

-Si la hubieras conocido te habrías enamorado de ella. Detrás de nosotros quedaba su librería. La llamaba el refugio. Allí podías entrar y sentirte en un lugar lleno de historias, no solamente eran libros, también había música en sus pinturas, los objetos que hacía, parecía que hicieran parte de ti, era como si te hablaran. Cuando llegaba la noche, encendía unas luces colgantes que le daban magia a esta esquina. Podías sentarte incluso desde afuera, tomar una copa de vino y leer un libro en una mañana soleada.

Mark pidió otro café, uno claro y con poco azúcar. Continuaba escuchándola y detenidamente vio que ella llevaba una argolla de matrimonio en su mano. En ese momento sus labios rojos ya no eran tan rojos, su pelo brillante empezaba a desvanecerse, sus tacones se esfumaron como polvo y su aroma había desaparecido. La amiga de Sophia había perdido el encanto. 

Nighthawks

Ella cruzó una mirada con él y sus lágrimas se detuvieron. Cruzó lentamente su brazo y acercó a Mark, su rostro lleno de lágrimas, inclinó su barbilla sobre su mano e imaginó un beso del inspector. Pero él ahora veía a una mujer que no parecía llorar por su amiga. Empezó a hacerse mentalmente un sin número de preguntas, que aquellas curvas rojas no le habían permitido entender. ¿Cómo el humo del incendio interior de la librería había dejado supuestamente a Sophia sin aire? ¿Por qué Sophia llamaría a su amiga en vez de salir y cruzar la esquina y pedirle ayuda al tendero del café? ¿Porqué ella no ha acudido a alguien de la familia de Sophia? ¿Cómo reconoció a su amiga si no le permití entrar para ver el rostro de Sophia?. Ella no lloraba por su amiga, sus lágrimas ahora estaban como máscara sobre una mujer que estaba en otro lugar. Su cuerpo ya no hablaba con dolor, su cuerpo era el típico cuerpo de una mujer solitaria y desesperada.

Fue allí donde un repentino sonido de campanillas en la entrada del café, lo cambió todo. Mark podía irse esa noche con un caso resuelto. No solamente podría volver a su apartamento a dormir tranquilo. Había descubierto que lo que no lo dejaba pensar no eran los tacones, el aroma, ni los labios rojos de la amiga de Sophia, era el mundo encantador de Sophia. Una mujer que caminaba bajo la lluvia, pisaba las hojas secas y disfrutaba de un buen libro y una copa de vino en la mañana. 

-Hola, yo soy Sophia y ella no es mi amiga.

*Prueba de aptitud del 5 de diciembre de 2020 de un cuento escrito de máximo dos páginas a partir de "Nighthawks" de Edward Hopper en 1942. Es la obra más famosa hecha por Hopper y uno de los cuadros más reconocibles del arte estadounidense.