Entre mi recuerdo de infancia las ovejas que saltan a través de una cerca, han logrado hacer dormir el cuerpo y la mente de los seres en la tierra. Dormir es uno de los placeres que he tenido de diferentes maneras en mi vida, pero no he podido ni con las ovejas, ni con los inventos de mi memoria para descansar en todas las etapas de mi vida. Pero si pudiera controlar mi pensamiento al 100% para concebir el sueño como los niños que duermen en la profundidad de su imaginación con recuerdos positivos, sería más sencilla la noche, la madrugada y el día siguiente.
5 años, madrugada del colegio, uniforme azul, y el recuerdo de mi mamá amarrando mis zapatos en la cama me hacían entender la realidad entre el sueño y la imaginación. Una estatua de una virgen del colegio, de color blanco, se había movido para tomar agua caliente, en una taza pequeñita de color verde; ese movimiento horroroso transmitió en mis ondas cerebrales un recuerdo negativo hacia todo tipo de monumentos y esculturas que evocan la religión. Mi primera pesadilla.
Época universitaria, clases de 7 am de figura humana me hacían levantarme para llegar corriendo a un salón en un séptimo piso, sin ascensor, con porta planos o una carpeta estorbosa que se unían a mi torpe afán de llegar e intentar abrir la puerta de un salón que en 15 minutos tenía seguro en la chapa y me hacían perder la única materia que por dormir más de la cuenta, me quitaría vacaciones y descansos al terminar el semestre. Mi sueño profundo.
5 años después las noches desconectadas del ruido, del teléfono, de las voces y de cualquier tono que entorpeciera mi mente, me hacían una trabajadora efectiva durante mi época de empresaria inexperta. Ese cambio de horario seguían siendo una constante lucha contra los brazos de Morfeo en las mañanas. Mi horario corrido.
La etapa de la ceguera causada por las espinas de las rosas, esas que le sacaron los ojos al amor y lo hicieron deambular para hacerme caer en días de más de 24 horas, llega sin avisar. Mi día empezaba a las 6:30 am con un anhelo absurdo de escuchar mi despertador al otro lado del teléfono con el canto del levántate soldado y terminaba en la noche fría de mi soledad mental, en mi habitación, a las 23 horas que podrían llegar a ser hasta de 31, logrando vivir en dos tierras, pero que de igual manera en la de este lado, mis ojos programados se abrirían de nuevo a las 6:30 am. A eso le sumo la prueba de la visión ingenua y desordenada de mi confianza laboral, pensando en dos administraciones las cuales me harían reventar hasta tal punto de no hacer ninguno de los dos negocios bien hecho. Mi sueño hecho pesadilla.
Finalmente entre hojas verdes de las paredes de un restaurante, en una noche de vino con mis amigas del colegio, risas y recuerdos, aparece Morfeo. Su olor y su sonrisa me seduce, cautivando mis pensamientos hasta el punto de perder la noción del tiempo. Entre su refugio cálido, de música, de cuidados y sonrisas, mi despertar poco a poco volvió a ser el mismo de antes. Sin darme cuenta, de nuevo había vuelto la profundidad a mi mente para darme lucidez en el día. Mi sueño había vuelto de nuevo.
Desempolvando mis mejores recuerdos, escuchando mi pálpito y tratando de llenar mi sangre de adamantium, recobro el sentido, viajo, vivo y me libero recuperando la habilidad de controlar mis pensamientos para poder descansar en paz. La tranquilidad de no tener estatuas de santos, clases de 7 am, relaciones virtuales, negocios sin manos y puñados desbordados de satisfacciones, he hacen no solo dormir, me hacen descansar. Mi libertad.
Aún no se si las noches Bogotanas, las noticias inesperadas, los llantos de alguna pequeñita imaginada o cualquier suceso, de nuevo me hagan despertar sin razón alguna en la noche. Solo se que dormir es uno de mis mejores placeres y que aunque mi imaginación podría quitarme el sueño, se que me hará hacer realidad mi sueño, mi ensueño.
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