"Calle 10sur con carrera 15", era la frase que repetía mi mamá todas las mañanas, cuando nos subíamos al taxi para ir al colegio. Esa dirección que se supone yo debía memorizar a los 4 años, por aquello de la responsabilidad en caso de que me perdiera, pero que gracias al afán matutino y a las palabras de mi mamá, logré memorizar.
Aquel colegio de paredes gigantes y forma rectangular, al que le debemos nuestros primeros pasos profesionales en mi casa, tenía salones gigantes y un sin número de niñas que compartían el salón en mi primer día de clases. De 35 niñas, mi primera amiga de los 4 a los 7 años, se sentaba a mi lado y vivía cerca a mi casa, se llamaba: "Paola". Fue así como empezó mi famoso: "una niña de mi salón"; mis papás y mis hermanas preguntaban: -"quién?" y yo decía: -"pues Paola".
Cuando el rumbo inesperado de mi hermana, en su acto de rebelación contra el mundo y de crecer, nos hace cambiar a otro colegio, allí conocí a aquella niña del otro salón llamada "Paola".
Un viernes cualquiera, día del alumno, día del idioma, día del sol o lo que sirviera para celebrar, nos hacía terminar en la casa de una de "las niñas del salón". Al llegar a mi casa, mis papás preguntaban, -y quiénes estaban?, y yo respondía: pues Paola.
Antes de ingresar a la universidad compartí mi habitación, muchos fines de semana, con alguien genial que me ayudaba a sobrevivir en un grupo de brujas y príncipes de mentiras, de risas y lágrimas, de recuerdos infinitos y de momentos geniales en el Grupo de Recreación: ella también se llamaba "Paola".
Ese nombre que parecía tan común, lo convertí durante muchos años en mi amiga imaginaria llamada "Paola", la que ya todos sabían que existía pero que no sabían cuál era. La que nombré para escaparme de mi novio universitario, la que inventé para tomarme una cerveza con alguien prohibido en la universidad, la que existía pero no existía. Aunque tuviera una amiga llamada Paola, la de la clase del 94, me hacía temer el hecho de tenerla y luego de perderla, por las circunstancias o por lo que fuera.
Ese temor, se rompió 15 años después en su apartamento increíblemente bello que yo llamaba: "el apartamento de mis sueños". Ese día entre mis lágrimas de mi soledad, mi peso de 47 kilos, sus palabras de aliento, junto a su amiga verdadera "la mona" y por supuesto unas cervezas, algo hizo click en mi temor: Paola ahora era real. Compartió mi dolor y lo transformó en palabras de valentía y consejos que hoy me cambiaron la vida. Paola, la de la clase del 94 con la que efectivamente tomé muchas cervezas, me divertí en muchas fiestas, con la que fui a conciertos, matrimonios, parrandas vallenatas, me hizo ver lo valiosa que ella era.
Paola es la mejor amiga de "la mona" que hoy la extraña por su ausencia, Paola es la amiga de Magda, Paula, Pilar, Paty, César, Julián, Chepe, Adriana, Claudia, Marcela, Érika, Hamilton, Felipe y un sin número de personas valiosas que nunca tendrán algo negativo que decir de ella; Paola es la del colegio que algunas no tuvieron la fortuna de conocer; Paola es la amiga que le demostró a todos que vive su sueño en otro país sin temor a perder; Paola es quien sonríe en cada una de sus fotos con autenticidad; Paola es la prudente, la juiciosa, la que es amiga de mis amigas, la que sube fotos con su media naranja y producen sonrisas; Paola es la que llora de felicidad por la felicidad de sus amigas; Paola es la que no se esfuerza por ser otra, sino ella, auténtica.
Paola es "la niña de mi salón", a la que Dios le puso un tesoro increíble para cuidarla y darle todo lo que ella se merece, un hombre maravilloso, exitoso y tan divertido como ella. Por tu vida y por este día, feliz cumpleaños Paolita.