domingo, 28 de junio de 2020

38% de batería

Domingo 28 de junio de 2020. 5:34 pm de una tarde fría y gris en Bogotá. Un avión pasa de manera extraña porque están cancelados casi todos los vuelos por la cuarentena, por lo tanto me dan ganas de mirar al cielo y buscarlo, pienso en mi sobrina que debe estar volando. Mi hermana me envía un video por WhatsApp de un escritor diciendo: "Leer me salvó la vida". Es un video tan inspirador que me dan ganas de escribir lo que siento, miro mi computador y tengo apenas 38% de batería. Generalmente me toma dos horas escribir página y media, pero no me importa, mi cabeza no se calla, así que decido escribir. 

En alguna casa, en el salón comunal o en el parque, se escucha una canción de Celia Cruz "te busco perdida entre sueños..." y me recuerda que esa canción se volvió una de mis favoritas cuando era adolescente, al escucharla al inicio de una novela que se llamaba "La otra mitad del sol". Pero en segundos tengo que agarrar el pensamiento de lo que quería escribir, cierro los ojos y con un suspiro me detengo para para intentar hacerlo.

Cuando nuevamente los abro, mis ideas se confunden con los ruidos de la vecina cada vez que llega con sus gritos y los ladridos de su perro, Mateo. Su conversación telefónica diciendo que las clínicas de cuidados intensivos están ocupadas al 70%, y el totazo que se escucha cuando cierra la puerta porque tiene la chapa dañada, me bloquean mis ganas de escribir sobre cómo el arte le salvó la vida al escritor del mensaje de WhatsApp enviado por mi hermana, mientras pasa un avión, en una tarde fría y gris de Bogotá.

Aún así el silencio vuelve y el sonido del segundero del reloj en el comedor de mi casa, me recuerda que ya he gastado el 2% de batería y aún no he empezado a escribir sobre el propósito de mi blog: Recordarle a las personas que hacer lo que las hace feliz, les salva la vida.

Cómo puede una persona tartamuda, que durante su niñez fue burlado por su deseo de ser escritor, crecer, escribir y a parte de todo hacer una charla, que se envía en un video por el mundo, para inspirar a quienes desde niños hemos crecido con el arte por las venas, con el miedo que nos repitan constantemente que: el arte no da dinero? Pues quisiera gritarlo a los cuatro vientos: El arte te hace feliz y eso atraerá lo que necesitas para vivir.

Jordi Sierra i Fabra me habla en ese video como si fuera la voz de Dios, diciendo "creo en ti". Pues ojalá existieran miles de escritores que repartieran esa pasión por el mundo, para que niñas como yo, con 42 años encima, se siguieran repitiendo todos los días, que crean en ellas mismas, no importa que otros no lo hagan, así se hayan alejado porque no creen en nuestro talento, en nuestros planes, en nuestras ideas, en nuestro arte.

Ahora entiendo por qué necesitaba estar con el 38% de batería de mi vida emocional, para recordarme que tengo el 62% de fuerza en mi cuerpo, en mi corazón y en mis dedos, para seguir haciendo arte, porque como dice Jordi: "El arte se mide por lo que sientes al hacerlo, no por lo que te pagan por hacerlo".

Si tienes 12, 20, 35, 43, 52, 66, 70, 85 o 97 años, sigue haciendo lo que te haga feliz sin importar lo que los demás te digan. Levántate como dice Jordi, "lo más importante es lo que tenemos adentro, son vuestros sueños, lo que nos asegura la vida es tener la mente abierta, el corazón abierto, el estómago resistente y leer, absorbe la vida como esponja. El único que necesita creer en ti, eres tú mismo".

Gracias por hacerme olvidar del avión, por no escuchar a la vecina, ni al perro, ni la canción de Celia ni al segundero de mi reloj. Por no importarme la oscuridad de la tarde y no encender ninguna luz para no desconcentrarme Nuevamente he logrado callar al mundo para hacer uno de mis artes: escribir cuando mi corazón se acelera. 

*Lo logré, apenas va el 30% de batería.


viernes, 12 de junio de 2020

Tu corazón

Bueno, aquí estamos, solos, tú y yo. Esto es para ti...

Aquella frase de "entregarme a ti" la había escuchado tantas veces que solo hasta ahora empiezo a entenderla. Curiosamente la mayoría de las cosas que te he entregado con devoción infinita, no me han fallado, mi familia, mi trabajo y mi salud. Pero aún sabiendo que nunca me has fallado, dudé, perdí la Fe y me di cuenta que nunca te he entregado lo más importante: mi corazón.

Mi corazón pensaba que era mío y solo mío. Olvidé, que como dice mi amiga de luz, el corazón late sin una explicación física, sin razón lógica para los que no creen en la existencia de las deidades. Mi corazón que es el centro de mi cuerpo, aunque esté ubicado en la parte superior izquierda, es el que hace que yo funcione y exista, con mis pecas, mis ojeras, mi pelo alborotado, mi delgadez, mis dedos chimbilimbis, mi sonrisa, mi voz, mi maravillosa sensibilidad a los sonidos, al frío, al calor, a los olores, a los ácidos que cortan mi lengua y la perfección de mi vientre, que hacen un conjunto de una obra física que cuando pienso que viene de ti, sin duda, es una grandiosa obra.

Nosotros los humanos somos mentalmente tan racionales o debería decir irracionales, que desconocemos tanto esa obra que creemos que podemos hacerla "mejor". Nos vemos miles de errores, nos criticamos, nos tatuamos, nos teñimos, nos editamos, nos maquillamos y nos cubrimos la piel porque en vez de apreciarnos, caemos en los polos de la extrema vanidad o en la del completo descuido y terminamos devorándonos como salvajes hasta saciarnos y nos perdemos en el deseo de no ser, o de ser mejores para otros y no para honrar la obra de quien nos creó.

Algunos cuestionamos estas palabras que las llamamos "discurso", para no aceptar que existe un creador porque somos tan literales que necesitamos "ver para creer". Porque hablar de ti, repele a quienes te niegan, no te conocen, o no quieren conocerte. Porque tal vez no saben cómo escucharte o tristemente peor, no se han roto lo suficiente como para bajar la cabeza y decir, hey: aquí estoy, háblame, te entrego lo que soy y haz conmigo lo que quieras.

Semana Santa
Pero estar roto, bien roto, es necesario para conocerte? ¿qué es estar roto? Roto puede tener diferentes tipos de niveles: estar al borde de la muerte, perder los padres, los hijos, los hermanos, perder un órgano del cuerpo, perder la salud, perder la pareja, un sueño, una casa, el alimento, un trabajo, el dinero, o simplemente sentirse triste, frustrado, derrotado, sin norte, sin un propósito.

Es ahí donde el "medidor" de nuestro dolor nos hace pegar un grito profundo y de desespero al mundo pidiendo ayuda. El mundo... este mundo creado sin explicación científica, con evolución y con maravillas en la naturaleza que nos reconfortan cuando estamos bien rotos y no sabemos a dónde más mirar. El cielo, el sol, la lluvia, las plantas, los niños, el aroma, los animales y las mascotas que nos miran con esa ternura inexplicable que nos hace creer levemente que hablarán o que hay algo especial dentro de ellos. Pero no, aún nos resistimos a creer. Decidimos no salir y dejarnos llevar hasta tocar fondo, no nos permitimos ver el universo.

Pues este universo, en el 2020 se detuvo. No por completo, pero esta pausa nos permitió a muchos, volver. A mi me permitió volver y recoger lo único que nunca te entregué: mi corazón. Me rompí en un nivel 5 y pegué un grito en silencio al cielo y tuve que entregarte mi corazón. Te lo devolví. Se que a veces lo olvido, vuelvo a mi estado humano e intento quitártelo. Pero cuando reacciono, te lo devuelvo y sano. Mi corazón empieza a latir tan fuerte que dejo de hacerme preguntas, dejo de culparme, de culpar a los demás, dejo de mirarme al espejo, dejo de hablar en primera persona, dejo de exigirle al mundo y simplemente mis lágrimas ya no son de tristeza sino de paz. Empiezo a pedirte perdón.

Por eso es que por primera vez escribo algo para ti, porque quiero darte las gracias y dejarlo por escrito para no olvidarlo. Gracias Dios por hacerme respirar, por hacerme sonreír, por hacerme sentir viva, por sentir el lenguaje del amor con el toque físico y los abrazos. Gracias por los amigos que me diste para escucharte, por las oraciones, por las eucaristías, por los religiosos, por los evangelios, por el rosario, por la Biblia, por la Semana santa, por la luz de las velas, por los libros mágicos, por las películas, por los mensajes, por las palabras de quienes creen en ti, por los versículos, por las cartas, por los manteles, por Emaús, por las canciones y por tus abrazos en los días de silencio.

Gracias por hacerme ocupar mi mente tratando de ser un mejor ser humano, por quitarme el miedo, por enseñarme a poner mis dones al servicio de los demás, por los niños que escogiste para mí y por lo que haz hecho con mi corazón hasta hoy.

Gracias por haberme permitido amar y por entrenarme cada día para aprender a amar mejor. A amar tu corazón. Intentaré escucharte cada día de mi vida, a no perderme, a enseñarle a los demás lo que me has mostrado, a dejarme llevar donde los hombres necesiten tus palabras y me prometeré no olvidar que debo amarte sobre todas las cosas.

Gracias Dios.