¿Cómo describir mis dos minutos de meditación?
Tuve que empezar diciendo: ¡silencio!. Con mis ojos cerrados, empezaron los ruidosos tornillos de la cama dañada del piso de arriba e imaginé a los vecinos, pero me repetí: ¡silencio!.
Esos sonidos se fueron pero aparecieron más. Ahora eran los ruidos del camión de basura desocupando unas canecas, que me hicieron pasar saliva por imaginarme el putrefacto olor. Nuevamente me repito: ¡silencio!.
Al ser tan consciente del exterior, quería mandar la cama y a los vecinos de arriba con el camión de basura, pero el ejercicio era "no pensar". Así que con una voz fuerte me dije: ¡hey, que hagas silencio!.
Intenté escuchar los latidos de mi corazón pero increíblemente escuché el sonido de los pájaros que casi nunca se oyen en las mañanas y me elevé para hablar con ellos, pero otra vez: ¡que te calles, no imagines!.
Ya no había ruido exterior, creo que lo estaba logrando. Había silencio. Por fin. Todo se hizo nada, era blanco, quería que fuera tan extenso como el cielo, quería estirar ese momento, convertir esas milésimas de segundo en un estado de plenitud, pero al darme cuenta que era mi mente quien me lo decía, y que otra vez mi cabeza estaba dando órdenes, ¡reaccioné!: no estaba en silencio, estaba imaginando el silencio, ¡no estaba haciendo silencio!. ¡Imposible, callar mi mente era imposible!.
Bendita imaginación que no para. Ni siquiera para dos minutos de obligado silencio. El zumbido de la sangre recorriendo mi cuerpo se volvió ensordecedor. ¡Era ruido! pero, ¿cómo era posible si ya no estaba el sonido del vecino con su cama maltrecha, ni los ecos de las canecas azules desocupando bolsas de basura de la podredumbre de las casas?. No lo sé, pero era un timbre en mis oídos que imaginé volviendo polvo. ¡Eso es! me dije, "¡hazlo polvo!, obsérvalo en cámara lenta hasta te se detenga. Puedes hacerlo, son solamente dos minutos, solamente seré consciente de decirme algo: "ay Diosito, ayúdame, quiero aprender a hacerlo..."
Y como una bofetada por ponerle palabras mentales a mi silencio, di un salto y abrí mis ojos. El cronómetro de mi reloj retumbó mi cabeza, se convirtió el polvo en piedra, parecían aullidos. La alarma con una gritería fastidiosa, había marcado dos minutos exactos y yo ni siquiera había logrado 5 segundos de silencio mental. Esas campanadas sonaron tan fuerte que otra vez mi mente había tomado el control.
¡Que silencio ni que nada!
Imposible, dos minutos para mi mente en ese momento fueron "vecinos, cama, tornillos, pájaros, calle, golpeteos, voces, alarmas, camiones, basura, canecas y ruidos, ruido, que verraco ruido."
Esa frustración me hace pensar que la meditación es un ejercicio demasiado difícil y pareciera que no estuviera hecho para mí. ¿Por qué no puedo callar mi mente y sí puedo contemplar el sol, disfrutar de la lluvia, respirar fragancias y sentir que saboreo la vida? ¿Por qué no puedo con esa clase de silencio?.
Tengo hipermetropía, una anomalía que me hace ver objetos y textos a grandes distancias. Cuando hace calor o frío, lo siento por entre las venas. Todo tipo de ácidos me hacen cortar la lengua. Desde mi habitación, sé si hay algo dañado entre la nevera. Puedo escuchar la vibración de un celular timbrando entre una maleta en un salón de clases, pero, ¡no puedo hacer que mi mente se quede quieta!. ¡¿Por qué?!...
No lo sé, pero bueno, curiosamente nunca había sido tan consciente de los sonidos a mi alrededor. Lo vi todo, lo sentí todo, lo olí todo y lo escuché todo. Tal vez algún día con entrenamiento mental pueda controlar mis sentidos para entender el mundo de la meditación.
Por ahora puedo decir que esos fueron mis dos primeros y únicos minutos de consciente intento de aquella meditación.
Consigna: "Escribir 5 minutos de meditación"
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