martes, 12 de enero de 2021

Mis esferas

¿Y acaso quién te crees?

¿Quién te crees para suponer que debo o no me debo quedar en silencio? 

Te detesto Ego. No me mires con esa sonrisa tan despectiva porque crees que no puedo vivir sin ti. Puedo vivir con una parte de ti, pero no contigo como el rey de mi casa. Si. Hoy me ganaste la batalla porque escribo con dolor, con ese que me da por no poder acercarme a quienes quiero y por culpa tuya ahora me toca con audios y mensajitos de WhatsApp, que no alcanzan a expresar lo que siento.

No me importa que me veas así, porque no te tengo miedo. Tenle miedo a mi arma de esferas a la que idolatro más que a ti. Es una pepa diaria la que me debo tomar para no enfermarme al pensar en tus egoísmos absurdos. Que si hablo, que cómo hablo, que cómo escribo, que lo que publico, que si me veo o no me veo, que si mi pelo, que si cocino de determinado modo, que si lloro, que si caigo bien, que si interrumpo, que si mi ropa, que si ando de prisa o muy lento, que si mi dinero, que si rojo, que si "las necesidades", que si con X, Y, Z que si, que si... que no más!!!

Salte de mi mente que me haces daño. Siii, asúmelo, me haces daño. Y sé que a ti también te duele pero eres tan vanidoso que no eres capaz de deshacerte de esa máscara que te clavaron con puntillas desde el rostro hasta tu corazón. Porque te fascina pavonearte con esas benditas puntillas que te cubren el dolor y de paso hieren mi memoria. Pareciera que lo disfrutaras. Esperas que yo sea de piedra y cicatrice rapidito para aceptar tu inventada realidad. Que joda si te detesto Ego. Me detesto por no haberte visto venir y no haber tenido preparada mi arma de esferas empuñada. Detesto tus mentiras, tus palabras hirientes cuando me miro en el espejo, tus universos paralelos, tus verdades acomodadas, tus ciegos testigos, tus vanidades ridículas y tus apodos repetidos.

Pero siempre que hago esto me arrepiento. Cuando te grito por tus mentiras y por lo que juraste en vano, me arrepiento. Me arrepiento por ser tan agresiva. Me arrepiento cuando hablo solamente de mi y me vuelvo como tú. Ahí me quiero esconder y quiero llorar con desahogo. 

Me arrodillo, empuño mis esferas, me rompo y lloro. 

Respiro profundo y otra vez vuelvo y me compadezco. Paso de odiarte a aceptarte. A dejarte hacer esa rabieta absurda que te caracteriza cuando los reflectores no están sobre ti. Y yo paso a hacer la mía por sentirme así. La pataleta de escribir así.

Recibe mis esferas irrompibles, mi querido e inevitable Ego. Sin duda todos necesitamos en algún momento de ti. Pero espero que te mantengas a distancia y te advierto que si me vas a tocar de nuevo sea para escribir cosas que inspiren, para ayudar a otros, para hacerlos reír, para permitirme recordar la cantidad de cosas maravillosas que Dios me dio y usarlas al servicio de él, no al tuyo. Léeme y en público, demuestra que nada te debilita, vives de eso. Demuéstraselo a quienes se alimentan de las aprobaciones del universo. Pero recuerda que la punta de mi arma jamás necesita de eso.

Adiós. Sé que aparecerás de nuevo. Incluso ya lo estás haciendo en este texto, te atreves a meterte y a volverlo incoherente. Pero no me importa, cuando realmente aparezcas en la incoherencia de tus actos y tus palabras, estaré más liviana, más preparada aunque para tí será "empoderada", pero ya no me importa que lo pienses así. Mi arma de esferas es mucho más sabia que tú y sobre todo cuando diariamente procuro tenerla empuñada. Por cierto, acabo de ver que me hiciste soltarla para escribirte. Hasta eso logras hacer conmigo. Pero bueno, atrévete a venir nuevamente, que no me importa si me desangro, no es la primera vez que te enfrento. He salido de peores, con kilos de menos, revolcada por las olas, pero he salido.

Busco mi arma y la cuelgo en mi cuello porque necesito secar mis lágrimas, cerrar mis ojos y retomar el silencio para escuchar lo que dejé hacer mientras escribía: escuchar la voz. La voz de mis esferas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario