lunes, 6 de julio de 2020

La amiga del baño

¿En serio quiere que la acompañe al baño?, cuénteme acá, que no he preparado clase y no alcanzo. 

-No puedo, acabo de comprar una prueba de embarazo, se supone que ya debería tener como tres meses porque sigo con el retraso y el médico me dijo que esta vez seguro había funcionado. La tercera es la vencida. ¡Camine!.

-¿Cómo así Anita, la tercera? ¿acaso no habían sido dos inseminaciones?, ¿usted por qué no me había contado que volvieron a intentarlo?.

-Ay si, pero no me gusta hablar de eso. Mejor dicho acompáñeme y le cuento. ¡Pero rápido que otra vez estoy muerta del susto!. Ponga bien el seguro que no quiero que de pronto entre esa ave de mal agüero que anda detrás del chisme todo el tiempo.

-Anita pero... en serio., ¿no debería estar en la casa en vez de venir a trabajar?. Estos estudiantes son un voltaje bravo. Pero bueno, ¿por qué no se hizo la prueba esta mañana o mejor se espera hasta que llegue a su casa para hacérsela esta tarde?.

-Téngame la puerta que no cierra bien. Yo no me aguanto hasta esta tarde. Hoy amanecí con dolores y estoy segura que esta vez sí funcionó. El médico me ha dicho miles de veces que la ansiedad no me ayuda, pero es que ese señor no sabe. Yo trato, pero ese señor no sabe. La semana pasada fui donde una señora a que me leyera las cartas y dijo que veía niños por todas partes. Espere que no se cuál es el derecho de este aparato y las instrucciones están en inglés. Ya. También me dijeron que fuera donde un señor que hace masajes en el vientre. Pero eso me parece incómodo. No fui al entierro de la abuelita Felicia que porque era peligroso y yo hice caso. Hasta me ha tocado comerme las brevas que me trajo el tío Ricardo. Pero bueno, aquí dice que toca esperar un minuto y que si salen dos líneas, perfecto, coronamos.

-¿Anita y su familia ya sabe?, porque ellos están más ansiosos que usted. La vez pasada dijeron que estaba muy flaca, que se veía muy agotada y que estaban preocupados.

-Pues yo intenté no contarles, pero esta ansiedad no me deja. La primera vez que les conté que no había funcionado, lloraron un montón. La segunda vez... espere, espere, ¡están apareciendo!, ¡las dos rayitas!; que funcione, que funcione, necesito que funcione. Esta ansiedad me está matando.

-¡Anita salga rápido que yo quiero ver!, espere, viene alguien. No salga, pilas no haga ruido, ¡es esa bruja del ave!.

El ave entró y se lavó las manos, miró por el espejo que por debajo de la puerta se alcanzaban a ver los pies de Anita y mientras se secaba las manos se imaginó que algo estaba tramando. Tiró el papel secante a la caneca, se miró al espejo, se arregló su pelo, no se tomó la molestia de mirar a la amiga de Anita y nuevamente salió del baño.

-Anita, el ave ya se fue! salga rápido que quiero ver. ¿Aló?, ¿está bien? ¿está llorando? Anita me está asustando, ¿está llorando de felicidad? Yo también! jajaja salga rápido.

Anita salió del baño, con lágrimas en los ojos y con la supuesta prueba de embarazo en la mano. Se miró al espejo y se imaginó que su amiga estaba ahí, hablando. Pero no había nadie, ella hablaba con ella misma porque necesitaba un abrazo. No solamente su imaginación la hacía creer que tenía una prueba de embarazo con dos líneas en su mano, sino imaginó que el papá de su bebé debería estar a su lado. A pesar de que el sol entraba por la ventana, ella se sentía triste y sola, pues tuvo que confesarle frente al espejo a su mejor amiga, a ella misma, su tercer fracaso: no funcionó, Anita ya no estás embarazada, otra vez estás manchando.




*Escrito para el II Mundial de Escritura / Consigna día 6: Imagine cómo sería una conversación de dos mujeres en un baño y finalice con una confesión.




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