sábado, 31 de octubre de 2020

6000 hilos

Un refugio. Un lugar en el corazón. 

Un momento de pausa, un lugar donde no hace ni frío ni calor. Tiene la temperatura perfecta. Ahí, a veces puedo caminar en medias, suaves y con hilos como si estuviera entre las nubes. Allí la luz entra por la ventana y con los rayos del sol calientan la habitación. Cuando hay completo silencio, se puede escuchar el sonido de los pájaros, e incluso el movimiento de los árboles. En la madrugada a veces se cuela el frío por entre mis guantes, pero la taza de café me calienta los dedos. Esa neblina, con algo de sol, alborota mi pelo y el viento lo mueve lentamente cuando cierro los ojos y dejo que la silla colgante se mueva al compás de mi corazón.

Me gusta el olor de las flores. En especial el olor amarillo de los girasoles. Pero hay unas nuevas que han llegado a mi refugio, Orquídeas rosadas, que ahora me miran desde el cielo y sin pausa y sin prisa. A veces las veo llorar. Sus lágrimas caen con el rocío de la lluvia. Esa que da suaves golpeteos y pasan de ser notas musicales a melodías perfectas, en un pentagrama armónico de mi silenciosa habitación.

En una pared, está plasmada la teoría de la ilusión. Un manual tipográfico que flota en el aire y se va tatuando en nuestro corazón. Es el rojo del amor, el intenso, el que huele a piel y a perfume. Puedo cerrar mis ojos y sentir tus manos enredadas en mi pelo. Me hacen descansar, me hacen sentir en mi refugio.

Me gusta saber que duermes a mi lado, con una respiración sutil y sin preocupación. Ahí, en mi refugio el tiempo no acosa, no acelera, no me condiciona, no me exige, no me compromete, no me pide nada a cambio. Solamente late, como si se sincronizara con los latidos de mi corazón. Nunca he sentido sus movimientos dentro de mi, pero ahí, en nuestro refugio, puedo escuchar tu risa, sentir tu pelo y tu mirada miel sobre mis ojos.

Hay un momento en el día en el que despliego mis manos sobre la colcha, parecen más de 6000 hilos unidos para recargarse con la pausa de los minutos del día. Con el paso de las horas se levantan como aves en un lento vuelo de sábanas para la noche. Ahí es cuando mi refugio empieza a caer con el azul de la tarde. 

Amo mirar el lila del cielo. Los naranjas, amarillos y blancos que me desconectan de todo. Pierdo la noción del tiempo. Mi apetito pasa a ser algo espiritual, mi energía finaliza con las luces de las velas de la noche. Ese momento para volver a los hilos, sentir tu respiración y los latidos de tu corazón. Te abrazo, me reconfortas, cruzo mis dedos con los tuyos y me haces soñar. 

Sueño con un refugio nuevo. Uno que no tenga las lágrimas sobre nuestras almohadas separadas. Uno que huela café en la mañana y al final de las tardes. Uno que sepa a cenas deliciosas, a películas de pantallas con infinitas pulgadas. Con sillones distintos que se unan con nuestras manos al final del día. Uno que inicie con las palabras que fueron la poesía de nuestra unión y termine con la posibilidad del milagro de dar vida.

Lo imagino y mi corazón se acelera, porque no es producto de mi imaginación. Conozco la luz de la  habitación, puedo sentir los hilos, los que no nos han tocado, los que nos siguen esperando, para despertarnos nuevamente y convertirse en sincronías de una mirada que nuestro refugio nos dio. El refugio de Dios, el de nuestro corazón.



*Escrito para el Tercer Mundial de Escritura - consigna día 6: recorrer la casa y observar el entorno inmediato, y escribir sobre qué dice la arquitectura del lugar,  los objetos a tu alrededor y los espacios de la casa. Elegir dos elementos de cualquier naturaleza y usarlos como disparadores para escribir un texto. 



Brillantina

Hacer por primera vez una fiesta en la casa cuando se tiene 20 años, significaba compromiso, detalle y dedicación. Esa fiesta debía ser perfecta. Elegir la fecha era sencillo: “Halloween”. Temática: libre. 

 

Entre mi hermana y yo convencimos a nuestros padres y nos permitieron utilizar por primera vez, la sala, el comedor y el garaje, para hacer una fiesta inolvidable. 

 

Mi hermana era estudiante universitaria, rodeada de ingenieros tipo “The Big Bang Theory”, y yo, con dos años menos, también era estudiante pero de otra universidad y rodeada de diseñadores. 

 

Esa mezcla sería una bomba para la fiesta. Se nos volvió un plan y un reto para ambas. Enfrentamos nuestro amor la profesión y planeamos el premio al mejor disfraz. Era el “ingenio” de los amigos nerds de mi hermana, enfrentados a la creatividad de mis “amigos” diseñadores, súper underground, cool y cuánto adjetivo propio del universo artístico.

 

Nuestra casa, tenía el espacio perfecto. El comedor para los pasabocas, la sala para quienes se cansaran de tanto bailar y el garaje para la súper rumba. Equipo de sonido con 5 unidades de CD, bafles distribuidos por todo el área, empapelado con bolsas plásticas negras para impedir el paso de la luz por todo el garaje, luces bajitas y listo. 

 

La parte fácil, estaba lista y definida en nuestra mente. Pero faltaba lo más importante: el disfraz. La mayoría de mis atuendos anteriores estaban llenos de despeine, de colores estruendosos y de poca feminidad. Así que decidí tratar de verme como Olivia Newton-John con un vestido azul de los años 60, con peinado de peluquería propia de la época y por supuesto, con mi respectivo parejo: John Travolta, con su chaqueta de cuero y peinado de gomina, para ser la pareja perfecta de “Brillantina”

 

Mi hermana como siempre, amante de la costura, hizo su propio disfraz de “egipcia”. Sexi, con el cinturón dorado y todos los accesorios necesarios para verse hermosa. El único detalle que no tuvo en cuenta, es que su novio, debía utilizar una bata, tipo falda, mostrando el hombro y con la misma tela del vestido de ella: morado, pastel y de seda. Ahí fue donde empezó a aparecer algo en mi mente que decía “no te burles Lilí, ni se te ocurra reírte”.


Viernes, en la noche, lugar, comida, bebidas y todo listo. Solamente faltaban los invitados.

 

La pasarela empezó con la llegada de algunos amigos en común: espantapájaros, curas, muñecas de trapo, gatas, ratonas y unos cuantos más con pelucas. Hasta el momento era divertido, pero nada extraordinario.

 

¿Mis amigos? desaparecidos. En esa época no existían los celulares, así que solamente tocaba tener paciencia y esperar. Cuando empezaron a llegar  los amigos de mi hermana, empezó lo bueno: cada uno de sus amigos “nerds”, se había tomado el trabajo de potencializar sus cualidades físicas. Llegó Drácula, un poco bajo de estatura, pero era un buen disfraz. Juan Tamariz, un disfraz súper ganador y casi perfecto. Pero se peleaba el premio con Krusty el Payaso. ¡Eran increíbles y súper bien creados!. 



La pelea estaría dura. Pensaba. Mis amigos diseñadores aún no llegaban. Yo sentía algo de temor, pero no perdía la Fe. 

 

El retraso, hacía más larga la espera, la expectativa aumentaba y fue cuando por fin llegaron. Llegaron... abrí la puerta y yo, solamente me quedé mirándolos como por 20 segundos, mientras mi cabeza me decía en voz baja, lenta y con un parpadeo largo: “¿Qué, es esto? ¡Que vergüenza de disfraces!”. ¿¡Es en serio!?. ¿Qué es este momento más ridículo como “diseñadora y sus amigos en una fiesta de disfraces”?.


Alcancé a pensar que por fortuna, esos no eran “mis amigos, sino los de mi novio”. Faltaban los míos, ellos seguro iban a llegar y no me iban a dejar morir. 

 

Pero no. Nunca llegaron.


No solamente llegaron tarde y con disfraces improvisados, llegaron borrachos, trabados y sin actitud. 


Entre esos incumplidos, una enfermera desabrida, de pelo rojo y con los ojos perdidos, una jirafa con el pelo y la cara amarilla diciendo que estaba disfrazada de “pollo”, un extraño sin disfraz y mi novio que ya no parecía Jon Travolta, sino un palo de escoba negro con gomina, me hicieron sentir como la diseñadora más ridícula del planeta. 

 

Ese día me juré no volver a ir a una fiesta de disfraces sin tener el mejor disfraz. No sé qué será de la vida de ellos. De los que llegaron y de los que nunca llegaron. Ni idea. Pero si sé que los amigos nerds de mi hermana siguen fieles cada año recordándome esa escena tan deplorable de disfraces de ingenieros de sistemas vs diseñadores gráficos.

 

Aunque la ridiculez me dañó la noche, años después, las ganas y mi amor por los disfraces, me dieron varios premios, pero los mejores fueron el de “The Apple Earphones” en Alma Bar en 2011 que hicimos con mi esposo y el de Cyborgs, en el club El Marquez en 2015 que hicimos con mis primos.

 

Gracias a un momento ridículo, terminé apasionándome locamente por los disfraces.








 


*Escrito para el tercer Mundial De Escritura - Consigan día 5: sobre “la ridiculez” y sentirnos inadecuados.






jueves, 29 de octubre de 2020

Cruz

Sudar por terror, sudar de miedo, sudar sangre, sudar simplemente es por falta de Fe. 

¿Acaso es necesario imaginar una cruz como si fuera un elemento que hace parte del “género del terror en pandemia”?.  
 
La cruz para algunas religiones es una símbolo de maldad, de dolor e incluso de terror. Imaginarse frente al mundo, colgando por la miseria y las culpas de otros, no debe ser nada fácil. Ver la podredumbre del odio de los seres humanos desde la altura de una cruz, debe ser muy triste. Imaginar que el abandono no sería una salvación, eso sí daría terror. ¿En serio, creen que la cruz es un problema de simbolismo o de religión?
 
Algunos relacionan la cruz con la muerte y se olvidan que un suceso así, se volvió historia por más 2000 años. Una historia incomprensible para los que sienten terror de vivir en compañía. Terror de cumplir su palabra, terror de vivir bajo una sola ley. Terror de enfrentar sus miedos. Terror de escuchar su voz interior. Terror de decirle la verdad a sus hijos, a sus parejas o a ellos mismos. Terror es imaginar que sus cuerpos y en especial sus almas, no son de nadie.  
 
No ser de nadie da terror. Ser un alma solitaria que obedece como si fuera un esclavo, da terror. Vivir cada minuto del día detrás de alguien que se siente el “amo”, el “patrón”, “el jefe”o el “rey”, da terror. Algunos incluso llenan su egoteca con animales como mascotas que cumplen esa función. ¿Sería posible que alguien se atreviera a atarlos sobre cruces para producir imágenes de terror?. ?¡Que idea tan absurda, por favor.! ¿De cuándo acá una cruz es lo más cercano al significado  del terror?.
 
Terror debería darnos por creer en agüeros, gatos de mala suerte, en el mal de ojo, en los inventos de los que ven el futuro, terror de los mentirosos, de la gula, de la soberbia, de la  avaricia, del egoísmo, de perder el tiempo, de no escuchar, de no ver, de la pereza, de la ira, terror de no querer vivir.
 
Creo que mi terror más profundo, sería dejar de ver la cruz. No verla.  
Terror de no escuchar los latidos del alma.
Terror de perder mi rosario.
Terror de perder la Biblia.
Terror de perderme en la imaginación de lo absurdo, de creer que la cruz  podría ser  un símbolo de terror. 
Terror me daría perder mi cruz. 
Terror me daría perder mi anillo. 
Terror me daría perder mi fe. 

Ahí es donde todo perdería sentido.
 
No necesito advertencias de los seres humanos. El que está en la cruz no advierte, no me dice que tenga "cuidado con lo que hago" tipo: "mensaje anónimo". El que está en la cruz simplemente me recuerda que no se está crucificado por una "temática de terror". Está crucificado para que sintamos compasión. Para que dejemos de quejarnos por nuestro dolores, de nuestras culpas, de nuestras preocupaciones absurdas. Estar en la cruz no es una carga, es darle la mano al que está al lado. Es levantarlo cuando siente que ya no puede más. Eso significa cargar la cruz. No tiene que ver con el sufrimiento, lo repito nuevamente: tiene que ver es con la compasión.

Definitivamente no entendemos nada de sudar gotas de sangre por culpa del terror.



*Escrito para el Tercer Mundial de Escritura - Consigna día 4: Sumergirse en el género de terror: una mañana de pandemia encuentro la mascota crucificada en la casa y luego encuentro un mail enviado por mi que dice: "cuidado con lo que haces"



La joven de la perla

Siempre me he preguntado por qué cubrías las poltronas de tu sala con forros de color gris, que ocultaban la belleza del tapiz original color crema. Aunque puedo entenderlo, cuando tus nietos derramaban líquidos sobre los forros y tu rostro no se transformaba en angustia, sino en satisfacción por tenerlas cubiertas con esos forros con cordones que colgaban a los lados de las sillas del comedor. 

Pero, ¿Y el vinipel de la lámpara nueva?, por qué preferías limpiar el polvo sobre el plástico que disfrutar de la belleza de tus lámparas?. Recuerdo que una tarde que fuimos a visitarte no estaban esos forros opacos. En cambio todas las luces estaban encendidas, se veía hermosa tu sala, pero luego entendí que estabas esperando la visita de un posible comprador del tu apartamento. Sentí tristeza, imaginé que los habías quitado por nosotros. Pero aún así fue bonito ver tu sala tan pulcra e impecable. 

No olvido la lámpara acrílica transparente de medusa y asimétrica que colgaba en el centro de la sala, a la que le hacía falta una pieza y que nunca lograste conseguir. Aún tengo la foto en mi cuenta de Instagram, de las formas del reflejo de la luz que se hacían en el techo cuando llegaba la noche y podíamos encenderla. Parecía una obra de arte.

Lo más curioso de todo, era tu habilidad "antinietos" para guardar y ocultar todas las porcelanas cada fin de semana. Aunque nunca guardaste la campanilla metálica y dorada con la banderita de Chile, esa, me encantaba hacerla sonar. Puedo escuchar su tintineo.

Siempre me gustaron tus jarrones vintage de piso, ubicados debajo de tus mesas isabelinas. Con esas pequeñas flores secas que le daban ese toque antiguo que siempre me ha encantado. A veces creo que pertenezco a un siglo pasado. 

El lugar más extraño de tu apartamento, era tu cocina. Siempre pensaba que las ollas de vidrio que guardabas en la alacena, no coincidían con el resto de la vajilla. No precisamente por el color o la forma, sino porque preferías utilizar platos y vasos desechables para servir. En esa casa eras tan cuidadosa y ahorrativa, que me sorprendía ver cómo preferías utilizar plástico. No gastabas casi agua ni jabón para lavar la vajilla. Siempre me dijiste que te daba pereza gastar el tiempo lavando platos y en eso, estoy completamente de acuerdo. Era curioso que utilizaras ese jabón líquido que no producía espuma, yo prefería el de crema. Tampoco me gustaba que utilizas trapos en vez de papel de cocina para limpiar los líquidos, pero aún así, me gustaba la limpieza de tu cocina. Recuerdo el recipiente donde ubicabas la esponja. Aún yo no he podido encontrar uno igual para mi casa, alguna vez conseguí uno similar, pero la señora que hacía el aseo, lo envió a la basura porque pensaba que era el empaque del jabón. Eso me hacía entender y compartir algo de tu rechazo por las señoras del aseo.

Mi manía por sentir la textura de los objetos me hace recordar el salvamanteles de silicona con forma de vaca que tenías bajo la jarra de agua. Servía para que no se resbalara y por esa razón me gustaba pedirte un vaso con agua, o como diría mi papá: "un vaso de agua" y ubicarlo con mucha rigurosidad sobre esa base con forma de vaca.

La primera vez que fui a tu casa, lo que más me impresionó fueron los cuadros de bodegones y de ángeles, pero sobre todo, el cuadro de "La joven de la perla" que iluminaba tu sala. Fue tan impactante y se veía tan real, que la mirada profunda de la joven, me conmovió apenas la vi. Me hizo sentir en un lugar tan acogedor y único, con el que siempre me quedé con las ganas de quitarme los zapatos, y acostarme con una cobija  en el sofá, para sentirme como en la casa de mis abuelos. No en una casa silenciosa, sino como la tuya, una casa llena de risas y carcajadas. 

Extraño tu refugio Tía Vicky y sé que tu hermana y mejor amiga a la que no has podido ver hace meses, también lo extraña. Verte con ella los fines de semana armando rompecabezas, me generaba una empatía inigualable. No conozco una mujer del sexto piso que tenga esa habilidad de armar rompecabezas de 1000 fichas como tú. Algún día espero llegar a serlo.

Por ahora dejaré los recuerdos colgados en el perchero del laberinto de tu corredor. No dejaré que el frío del sofá de cuero verde que tenías en el estudio, me alejen de ti. Le aumentaré el volumen a mis recuerdos desde tu equipo de sonido, con tocadiscos, cassettera y reproductor de 5 CDs, para que retumben en mi corazón tus almuerzos los fines de semana, los helados de la tarde y de pronto por qué no, el llanto de un bebé o como querías tú, de dos bebés, que nos lleven nuevamente a ti y de pronto te mojen la colcha o el forro antinietos que posiblemente pondrías en tu cama.


*Escrito para el Tercer Mundial de escritura. Consigna día 3: presentar un personaje desde los objetos que lleva consigo y hablar desde ellos.




miércoles, 28 de octubre de 2020

Wikineynidea

1. CORÍLEO, véase colibrí.

Término relacionado con el tono que produce el polen sobre las flores y que atrae a las aves a más de 1 km de distancia. Su composición de ChO2 hace que con la luz del día produzca rayos ultravioleta imperceptibles a la vista del ser humano. La secuencia de ondas del coríleo atrae específicamente aves de la familia de los aleteodoros o conocidos comúnmente como colibríes. 

Historia

Su descubrimiento está asociado con la expedición botánica del año de 1975 entre Brasil y Colombia. El biólogo Saulo Hernández, autor del libro “El coríleo del Amazonas”, plasmó en más de 350 páginas las tonalidades de polvo de polen, a través de reconocidas Ilustraciones. Su publicación fue vista por primera vez en el verano de 1992, en México, luego de un viaje por Latinoamérica del cineasta italiano Marcelo Raveli, quien no solamente popularizó este término, sino que convirtió el coríleo en uno de los colores más predominantes en la década de los 90.

En el arte

Su obra ha sido de gran inspiración para artistas entre fotógrafos y directores de cine como Karla Hamilton, Steve Krug, Carl Reigbert y Jolie Washington. 

James Camerón durante el rodaje de la película Ávatar, aseguró que tuvo que esperar más de 10 años, para lograr la tecnología necesaria que permitiera la nitidez del color coríleo.


2. DIGTÓRICO, véase estado de coma.

Persona que realiza actividades en exceso relacionadas con el uso de todo tipo de dispositivos electrónicos. 

Se estima que existen más de 35 millones de personas en el mundo que no saben que padecen esta enfermad. Aunque aún no se han determinado posibles causas de su padecimiento se atribuye al crecimiento desbordado de la tecnología.

El primer caso catalogado como enfermedad, se presentó en una escuela de California, cuando un adolescente perdió su habla y capacidad de entendimiento que lo llevó casi a un estado de coma, luego de haber realizado durante más de 72 horas seguidas, actividades múltiples, relacionadas con sus equipos electrónicos y diferentes periféricos al interior de su casa. El joven de 22 años, padeció un estado de ansiedad y bloqueo de comunicación que alertó a las autoridades luego de más 15 casos similares en distintos distritos de EU. 

En noviembre de 2017 el gobierno, creó la Ley Dictórica que prohíbe el uso y la compra de más de 20 dispositivos electrónicos por hogar. La ONU, determinó que esta ley violaba los derechos humanos y que no se podía determinar que esta fuera la causa de las enfermedades.

Aún no se conocen consecuencias graves o relacionadas con mortalidad, pero se estima que las nuevas generaciones podrían desarrollar codependencia, analfabetismo e incluso trastornos psicológicos, hasta llegar a un estado de coma irreparable.


3. MONTELLA


Ubicada entre Francia y España, esta provincia es considerada una la más especiales y extrañas del continente europeo. 

La escritora Isabel Allende la usó como inspiración para su trilogía Outlander, que representa el viaje del tiempo a través de las ruinas del monte Partío. 

Se desconoce la historia de sus inicios, pero existen diversos mitos y leyendas que la han convertido en uno de los lugares más inspiradores para los creadores de historias de duendes y fantasía.


*Texto para el mundial de escritura. Consigna día 2: describa tres entradas ficticias de Wikipedia.




lunes, 26 de octubre de 2020

La mesa 6

Vestido blanco, de seda, corto, strapless y de "golas", como decía mi abuela. Es decir una falta rotonda con doble faldón. Mis primeras medias veladas, tacones, peinado alborotado, labial, perfume y mis manos temblaban por ir a mi primera fiesta de 15 años. Esa fue la primera vez que me sentí como una verdadera princesa. 

"Siga señorita Martha, su mesa es la número 6". "'¡Señorita!", me había dicho "¡señorita!". Por fin mi cuerpo delgado y mi cara de niña se habían transformado de una niña a toda una señorita.

Un salón oscuro se iluminaba lentamente con luces de colores, gracias a una bola de espejos pequeños, que giraba lentamente en el techo del centro de la pista de baile. Yo, me dirigía a la mesa 6. Mientras caminaba pensaba que seguramente iba a conocer a alguien, o me iba a tocar con alguna "niña del salón", o de pronto allí estaría el niño de mi vida, con el que tendría un romance de años, me casaría, tendría hijos y una casa enorme. Tal vez, incluso cuando me acercara a la mesa, él me miraría a los ojos y se enamoraría de mi sonrisa, porque el No. 6 era mi número de la suerte. ¡Seguro sería una mesa increíble!.

Mesa No. 6: primera silla, un niñito inquieto y fastidioso de 10 años. Segunda silla: su mamá. Una madre soltera con un vestido fuxia, escotado y pelo alborotado. Tercera silla: un viejo cuarentón, barrigón, medio dormido y poco expresivo. Cuarta silla: una niña como yo, de 14 años, con una falda corta y negra, con una blusa blanca con hombreras. Se veía mucho más moderna y yo empezaba a sentirme extraña con mi vestidito de golas. Quinta silla: esa tenía que ser la mía porque estaba desocupada. Así que con un poco de esperanza me senté y esperé. Alguien debía sentarse a mi lado y seguro sería el papá de mis hijos.

Se apagaron las luces y de manera agitada la mamá de la quinceañera corrió y tomó de la mano a la abuela que aún no tenía asiento y de un empujón la sentó a mi lado. La mesa 6 estaba llena y yo no entendía qué hacía sentada allí. ¡¿Cómo era posible?! Mi primera fiesta de 15 años y rodeada de 5 desconocidos que bloquearían cualquier acercamiento al supuesto papá de mis hijos.

Esa fue una noche larga y eterna. Eterna pero muy divertida. 20 años después, la niña de falta corta se convertiría en mi mejor amiga. No solamente por que esa noche ella me ayudó y con ayuda del niñito fastidioso,a cambiar el número de nuestra mesa 6, con el de la mesa 9 para así confundir a la abuela que estaba a mi lado y de paso convencerla de cambiarse de sitio. Porque los adultos espantan a los adolescentes, en especial al que quisiera sacarme a bailar y por culpa de la abuela, saliera espantado. Y no solamente por haberle agregado alcohol al vaso de jugo para que la mamá soltera de nuestra mesa, terminara en los brazos del otro cuarentón y de paso ellos no volvieran a sentarse en nuestra mesa durante toda la noche. Sino por habernos encontrado nuevamente 15 años después, en la mesa No. 9 el día del matrimonio de nuestra amiga en común, la de "los ochenta". Recordando cómo no nos dimos cuenta que ese niño fastidioso inquieto, ahora tenía 30 años y era todo un hombre, estaba “como un lulo”. Habría podido ser al padre de nuestros hijos.


**Escrito para el Tercer Mundial de Escritura - consigna día 1: escribir sobre el patrón que une a los invitados en una mesa de desconocidos de una fiesta.