Quisiera ser Helvética, así sería negra y blanca a la vez. Podría estar de pie en cualquier acera y el largo de mis piernas se confundirían con la simetría de las cebras del asfalto. Pasaría desapercibida, no sería ni un hombre ni una mujer. Soy una M mayúscula, pero quisiera ser como la M de la Helvética, con los pies firmes y apoyados sobre tacos de madera que sostienen al atleta en una carrera. Una de sus rodillas apunta hacia la meta y la otra sobre el asfalto me recuerda la importancia de bajar la cabeza y la importancia de la humildad. Aunque mi pelo está lleno de cotas hay quienes creen que son serifas. Me desgastan esas miradas inquisidoras que parecen cajas tipográficas queriéndome encasillar dentro de una Arial o una Futura. Quisiera caminar por cualquier parte del mundo sin que a la gente le importe si mis oídos están escuchando el álbum del 1987 de Michael Jackson o el de Massive Attack de 1991, al fin y al cabo ambos llevan el ritmo de la Helvética. ¿Qué tan relevante podría ser volar con American Airlines o con Luftansa?. ¿Acaso no son más importantes los pasos que los destinos?. No deberían existir diferencias entre los cafés de Nestlé que sirven en primera clase o los que sirven en recipientes de plástico para los de última silla. Si fuera Helvética podría subirme al metro y me dedicaría a atravesar ciudades como Tokio, Boston, México o Manhatan. Sería ideal que nadie se fijara en mi raza cuando atravieso sus vísceras subterráneas o elevadas en un transporte que finalmente es colectivo y el fin es llevarnos a todos en la misma dirección.
Siendo Helvética podría seguir siendo urbana, de los postes y las calles nocturnas. De los carteles de películas clásicas en un teatro bohemio del centro de cualquier ciudad. Podría ser una señal de tránsito que ayude a quien necesita cruzar o de las que alertan a los bañistas en la playa de los tiburones. Aunque algún día quisiera ser parte del titular de The Guardian, me gustaría que fuera con lo mejor de mi Helvética: Un libro lleno de historias que nos hagan olvidar si somos autores o autoras latinoamericanas blancas o negras. Quisiera que la gente que nunca ha visto una mujer negra como yo, lo hiciera sin sorprenderse de mi color casi azul. Que mirara mis pestañas oscureciendo mis párpados como sombras de alguien que no quiere ser juzgada, simplemente son las tildes de mis ojos. Que pensara que de mi lengua morada sale la sabiduría o el canto de negra inigualable hecho por la unión de mis palabras. Quisiera que la gente dejara de mirar mi trasero como un melón tenso de una B mayúscula y en vez de eso observara la persistencia de una atleta que ha fortalecido sus músculos sin ninguna vanidad absurda. Quisiera ser una Helvética puramente leída por el valor de sus palabras y no solamente por la forma estética construida por una sociedad que no nos deja identificar la verdadera esencia del ser humano.
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