martes, 10 de noviembre de 2020

Manuel y Samuela

La fragancia aquella vez era la misma que ahora, Paco Rabanne. Luigi la olió por primera vez en la casa de la zona universitaria en la que su mamá lavaba ropa dos veces por semana. Parecía que las feromoas de su cuerpo viajaran por aquella casona. Simplemente cerraba sus ojos y dejaba a su imaginación el pelo crespo y castaño de alguna mujer. Su sonrisa radiante, seguro iluminaría el lugar apenas la viera entrar. Su delgadez sería una armonía perfecta para imaginarse un simple baile a su lado. 

Ese pensamiento se repetía el lunes y los jueves. Luigi acompañaba a su mamá con el canasto y las prendas de vestir de la pensión. La tarea cada semana era mantener las sábanas limpias, con olor a lavanda, con la suavidad propia de una gran lugar y la blancura impecable de la señora Manuela. Así se llamaba su mamá. Samuel su padre, en cambio, era el encargado de arreglar todos los daños eléctricos de la pensión. 

Cada semana don Alberto, el patrón, le entregaba a Samuel el listado de los arreglos de la semana y cuando era necesario, le pedía que acompañara a su esposa a terminar la tarea de lavar la ropa.

En esa zona, se escuchaban las voces de los universitarios cuando cruzaban la puerta. La mayoría de las casas del lugar, eran casonas que habían sido diseñadas para mantener la puerta abierta.

Desde afuera,  se podía ver pasar a todo tipo de estudiantes de la zona. Aunque era el centro de la ciudad, la mayoría de las casas mantenía su apariencia colonial y las ventanas pequeñas apenas dejaban pasar algo del viento de la tarde.

Esa tarde, Luigi decidió decirle a su mamá que debía realizar algo importante. Cuando sintió nuevamente la fragancia Paco Rabanee, amarró bien sus zapatos, ajustó su cinturón, estiró su camisa y se arregló su pelo de adolescente. Luigi con 14 años de edad, estaba decidido a ajustar el "modo de conquista" e ir tras la búsqueda de la chica de su imaginación.

A pesar de la timidez y los nervios, decidió dejarse llevar por el aroma hasta el tercer piso de la casona. Desde allí podía sentir la fragancia cada vez más intensa. Mientras se acercaba escuchó el canto de una mujer: 

"Sol radiante que entras por mi ventana, no te apartes de mi vida, no dejes que las hojas secas caigan al suelo sin haberlas podido disfrutar cuando pasa el viento. oh mujer de pelo de tiza, no te apartes de mi vida".

Con ese tema, Luigi terminó de enamorarse. Su voz era casi como la voz de los ángeles.

Al intentar asomarse y ver por la rendija de dónde venía la voz, son su brazo levemente empujó una de las plantas colgantes, típicas de una casa colonial. Se tambaleó hasta que cayó.

El crujir de la cerámica contra el suelo, asustó no solamente a Luigi sino a la mujer con la fragancia de Paco Rabanne. Inmediatamente la voz de ángel se acercó a la puerta, y la abrió. Bajó su mirada y vio a un joven 20 años más joven que ella. Le preguntó qué sucedía y Luigi, con una mirada de tristeza, veía que la joven que se había imaginado, no existía. Que era una mujer adulta, con arrugas, con manchas en su piel, con su vestido de nana.

"Hola, creo conocerte, sí, estoy segura debes ser Luigi, el hijo de Manuel, salúdamelo a él  y a tu madre Samuela."

Aún no se sabe si a Luigi lo que más le partió el corazón era ver que la mujer de sus fragancias no era joven sino vieja, o que ni siquiera ella supiera quiénes eran sus padres, porque él no se llamaba Manuel, sino Samuel y que su madre se llamaba Manuela, no Samuela.


**Escrito para el Tercer Mundial de Escritura - consigna día 13: escribir un texto que tenga su momento de mayor impacto o tensión al comienzo de la historia. 




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