La perra tenía rotundamente prohibido subir a las habitaciones. Mi papá le decía así: la perra.
Pili no era "la perra", era nuestra "Pili". Una Parson Russell de color blanco que jugaba con mi hermana y conmigo cuando teníamos 12 y 10 años de edad. Era nuestra compañía en las tardes cuando ninguno de mis papás estaba en la casa.
Una tarde de esas libertades infantiles soltamos a Pili para que corriera por toda la casa y se divirtiera "como perra sin dueño". Era una casa de 2 pisos, con 4 habitaciones y nos surgió la grandiosa idea de llevar a Pili al cuarto principal, el más grande, el cuarto de mis papás. La diversión nos absorbía el tiempo hasta que nos hizo perder el sentido de la hora precisa a la que debíamos bajar a Pili nuevamente al primer piso. Fue así como las risas y las carcajadas no nos dejaron escuchar el cerrojo de la puerta, ni los pasos subiendo las escaleras y mucho menos sus pasos mientras se acercaba a la habitación. Fue en un breve momento en el que mi papá abrió la puerta de la habitación, miró alrededor, hizo un paneo por todo el piso y mirándonos fijamente con su actitud imponente de educador y voz firme, preguntó: "Acá está la perra"?
El frío recorrió mi cuerpo. Mi hermana estaba con medio cuerpo debajo de la cama y yo encima de la cama orando para que Pili no asomara su cabeza por ninguna parte. Alcancé a creer que Pli entendía que tenía prohibido subir rotundamente al segundo piso y que por tal motivo debía quedarse quietecita, o de lo contrario ambas perderíamos la vida. Pero mi hermana la juiciosa, la que siempre decía la verdad, dijo "SI" y yo, la rebelde, la que mentía por culpa de la diversión, afirmé sin miedo y con firmeza: "NO".
En ese instante a Pili se le hizo fácil salir debajo de la cama caminando muy campante hacia la puerta donde mi papá estaba de pie. Sus ojos se convirtieron en furia y en vez de ir detrás de Pili, la perra, él sacó su correa y me recordó la importancia de no mentir.
Recibí su castigo y aunque hoy aún recuerdo los latigazos, me río a carcajadas por el caminado campante y con osadía de nuestra Pili hacia la puerta. Caminó sin una gota de miedo, la perra.
*Ejercicio para la clase de Narrativa de la Maestría en Escrituras Creativas
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