martes, 16 de febrero de 2021

Lilo

Casi siempre se le ve sonriendo, esa marcada facción en su rostro, resalta las líneas en ambos lados de la boca que empiezan a demarcar los surcos nasogenianos respectivos de su personalidad. No le preocupan las arrugas que casi no tiene, ni las tímidas canas que a veces se le asoman, los tobillos delgados o las manos arrugadas. A Martha le preocupa olvidar el parque, el Yermis, las escondidas americanas, el pelo alborotado o sus tenis. No quiere crecer por dentro, pero tampoco le teme a envejecer por fuera. 

Cuando camina disfruta quebrar las hojas secas y ahora de adulta piensa dos veces antes de saltar un charco. Prefiere el frío que el verano, pero en su casa siempre hay sol. En los días de lluvia abre las ventanas para escuchar el galopar de los caballos con la caída de las gotas. Ama la lluvia.

Su mente no se detiene, habla con sus objetos, necesita el diálogo, la actividad física, la música, el cine, los artistas, las letras y sobre todo la imagen. La única manera en que ella pueda retener una idea es imaginándola, no memoriza teléfonos pero podría replicar con exactitud cualquier forma tipográfica. Conoce lo que hay en cada rincón de su casa, en el closet, la gaveta, el organizador, la bolsa de tela y la cajita de música.

Le gusta el mango pero no le gusta untarse los dedos, le gustan las fresas pero los ácidos le cortan la lengua, le gusta el café pero no puede con las natas, disfruta la comida y no se le puede decir nunca que está flaca. Eso la irrita. El queso, el pan, los champiñones, las aceitunas, las carnes y el vino nunca le faltan. 

A Martha le gustan los recuerdos, los revive con el scrapbook, sus escritos, su videocámara y los regalos empacados en papel kraft, tinta china y lacre. Sus lugares de ensueño son las papelerías, librerías y los talleres de herramientas, pero los hilos y las telas no hacen parte de su universo. Los ve como si fueran de otra cultura. Creció entre los cables, las conexiones, el taladro, los computadores, las configuraciones, el Internet y la tecnología. Por eso su mundo intenso y profesional inicia con un www y termina con un .com.

De niña recibió lecciones precisas (con correa) de sinceridad, honestidad y sobre todo lealtad. Por eso fácilmente le fluye hacer las cosas correctas, responsablemente y muy bien hechas. Tiene un problema constante con el tiempo, a veces los minutos los ve como horas y las horas como días. La velocidad de su globo terráqueo mental a veces se detiene y otras se acelera casi a la velocidad de la luz.

Su raíces tienen algo de carácter alemán y la serenidad del campo, pero es de la ciudad, de la rapidez, del caos encantador de Bogotá. Corre, usa tenis, baila y su cuerpo delgado y mediano no le teme a la burla. Le gusta abrir sus brazos a la humanidad. Cierra sus ojos grandes de párpados caídos y abre los brazos sin pensarlo, a los niños, a su familia, a sus amigos, a los que lloran y sobre todo a Dios.


A Martha, la niña y la adulta lo que la mueve es el corazón, que le han roto tres veces. Ama con intensidad. Pero no teme hacerlo nuevamente, porque siempre dice que nunca se pierde. Tuvo un matrimonio, tres bebés en el cielo, una década de experiencias y muchos recuerdos, pero como siempre, su corazón se recarga con su risa y los surcos a los lados de su boca, que a los 43 años de edad ya se le empiezan evidentemente a notar.

Ella es Martha Liliana, la diseñadora gráfica de su propia vida.



*Ejercicio para la clase de Narrativa de la Maestría en Escrituras Creativas 


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