Ella despertó y no recordaba nada. Eran casi las 5:00 am y sin sol el cielo se veía levemente por un lado de la ventana. Cubierta con una sábana y solamente con la parte baja de su ropa interior, trató de recordar cómo había terminado así. Miró a su lado pero su novio dormía en otra cama. Se levantó y se dirigió hacia él y con un susurro le preguntó qué había pasado la noche anterior. Su novio despertó y le dijo que fuera hacia la puerta del apartamento para que viera lo que ella había hecho en la entrada por loca y que quería que lo dejara seguir durmiendo.
Era un primer piso, en un edificio que daba frente al mar. Rentado, amoblado, con muy pocas ventanas y con sillas de mimbre en el comedor y la sala. Un familiar de él les había ayudado a conseguirlo. No era temporada alta, pero su novio no tenía suficiente dinero para elegir un buen hotel, a pesar de haberla dejado sola durante un año para irse a trabajar a otro país. Eran jóvenes, él había decidido irse a Paris, con la ilusión de convencerla que se fuera con ella. Le prometía constantemente que volvería, que quería casarse con ella, pero eso nunca sucedió. Ese primer año había viajado para tener un fin de semana romántico en algún lugar cerca a la playa, pero ese sábado, fue su último peor recuerdo.
Con el miedo de saber cómo había despertado sin recordar nada, caminó hacia la puerta y recordó que solamente se podía abrir con una llave. La puerta era de vidrio, con una lámina oscura que filtraba la luz y le daba privacidad al apartamento. Pero lo que ella recordó al ver un orificio en la parte superior de la puerta, de casi 30 cm de diámetro, fue una imagen de ella soltando una silla luego de romper la puerta de varios golpes. Ese era el único recuerdo que ella tenía. Ella había roto la puerta de vidrio de seguridad con una silla de mimbre. Tuvo que haberlo hecho con mucha fuerza y mucha furia. Empezó a llorar, no entendía nada. Se vistió con su vestido blanco, se puso unas sandalias y salió a la portería del edificio. Se acercó al señor de seguridad y le preguntó qué había pasado la noche anterior.
Don José le dijo que había sido una noche bastante conflictiva. Le dijo que su novio la había llevado al apartamento cargada en brazos luego de la fiesta que se veía desde la recepción del edificio hasta la playa. Él que creía que ella debía estar en un estado de embriaguez muy alto o posiblemente drogada porque hacía 20 minutos la había visto salir perfectamente consciente. Que luego de llevarla él se devolvió a la playa y que horas después ella había despertado. Que al no poder abrir la puerta empezó a gritar tan fuerte que no la dejara sola, que los vecinos llamaron a seguridad. Que ella había empezado a golpear la puerta tratando de abrir, hasta que le hizo un hueco. Que habían llamado a la policía y que en ese momento llegó su novio para intentar explicar simplemente que ella estaba embriagada. La policía tuvo que entrar y verificar que ella estuviera bien y que por un momento alcanzaron a pensar que la tenía secuestrada. Pero verificaron y ella estaba dormida y no se veía que estuviera obligada a estar allí.
Mientras Ana escuchaba esa historia borrada en su memoria, lloraba, lloraba. Jamás entendió que pasó esa noche, por qué en sus gritos repetía que no la abandonara, cómo había sacado tanta fuerza para romper la puerta y por qué no tenía recuerdos progresivos sino un batazo mental de olvido profundo de la fiesta en la playa. La relación terminó a los pocos meses. Él finalmente nunca volvió, jamás cumplió sus promesas. 10 años después se encontraron por sorpresa en un café en Bogotá. Él le confesó a Ana que ese sábado efectivamente la había dejado sola, que fueron casi 3 horas en los que él estuvo en la fiesta sin ella, que antes de llevarla habían tomado alcohol de otras botellas de desconocidos en la playa, que nunca supo si había algo distinto dentro de ellas. Que la vio dormirse como si fuera producto de la embriaguez, que nunca imaginó que dejarla tanto tiempo sola volvería ese suceso en un desastroso recuerdo. Él tampoco supo qué detonó su ira. Le confesó que le alegraba volver a verla y que a pesar de los años, le dijo lo que aún sentía por ella.
*Consigna día 5 del Cuarto Mundial de Escritura asignada por Sebastián Uldry: Escribir sobre un acontecimiento que haya provocado una emoción muy fuerte en la vida, pero a la hora de escribir reduzcan al mínimo las sensaciones emocionales que esa situación les produjo. Escriban lo que pasó como si fueran testigos lejanos de esa vivencia.
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