Bogotá 9 de julio 2020,
Niño bonito
Le prometí a Dios amarte hasta el día que me muera y así lo haré.
Amarte contigo a mi lado fue muy fácil, amarte sin ti, parecía increíblemente imposible, pero creo que lo entendí. Pude hacerlo y puedo seguir haciéndolo. No romperé mi juramento a Dios, porque a él, es a quien debo amar por encima de todas las cosas.
No sé cómo podrás leerme sin pensar que escribo con dolor. Pero te lo aseguro, lo dejo escrito, te lo reitero y te lo juro con el corazón: no es dolor, es desamor.
Decir que para llegar al desamor no tuve dolor, sería una completa mentira. Pero un día llegó, como en cámara lenta, se sentó al lado de mi cama y como si viniera de un desierto sin comida ni agua, con crueldad y frialdad habló con mi corazón.
Algunos dirían que el desamor es cruel, que viene con rabia y con rencor, pero no es así, él no tiene raíces, no se aferra, no te talla, no te hiere, no se queda pegado como una sanguijuela y te produce dolor. El desamor es producto del frío y las soledades de las noches, como la princesa de los guisantes, esa a la que no se le permitió sentir tus piernas en el momento favorito del día. Mi momento favorito del día. El desamor es verte cerrar la puerta frente a mí durante tantos días, cuando Dios nos dio la oportunidad de humedecer ese desierto, nos obligó al no poder salir al mundo, teniendo que enfrentar nuestros dolores, nuestras propias miserias, solos tú y yo. Y aún así, no sentí tu amor por nosotros, no parecías tú, había otro sabor en el aire. Se esfumó.
El desamor no viene de atrás, porque hace 10 años decidí amarte así como venías, sin manual, sin advertencias y con las canas que nos diera la vida. No viene de las lágrimas, las discusiones, las ausencias ni las comunes fallas de todos los matrimonios. Viene del nivel al que llegó mi tanque de amor, después de tu partida. Uno que no sabía que se estaba vaciando porque mientras ocupaba mi mente en buscar culpables, olvidé que solamente de Dios podía llenarlo. Lo curioso es que lo ví, contigo físicamente a mi lado, aunque ya no quisieras estar ahí, pero mi razón me hizo entender que por lo menos lo había intentado. No se si todo, pero tuve la tranquilidad de haber hecho lo correcto, realmente lo había intentado.
Extraño tus abrazos? si, pero ya no están. Extraño tu risa? si, pero ya no la escucho. Extraño tu mano acariciando mi pelo en las noches luego de días largos de trabajo? si, pero mi mente lo está olvidando. Extraño tus pasiones? si, pero el mundo exterior se las ha llevado y ya llegarán unas nuevas. Extraño pensar que tendremos hijos? si, pero mi Fe me los dará y a la manera que quiera. Cuando levantas la mirada y te das cuenta que ya no están ninguno de esos anhelos, y todo porque simplemente decidiste no amarme más, ahí, en ese justo instante, aparece el desamor.
No sé cómo decírtelo de manera amorosa, pero quiero intentarlo niño bonito: tú no estabas solo, tenías a Dios y él estaba conmigo, estaba con nosotros. Pero te dejaste nublar por las palabras de quienes no creen en el matrimonio, de los que realmente no te conocen, no me conocen, no nos conocen. Pensaban en ellos, no en ti. Si esas voces vinieran de Dios, él habría estado en sus palabras y el desamor no habría llegado. No puedo decir que buscaste a Dios para repararnos, lo buscaste para salvarte sin mi, y ahí, sin importar que yo cayera, te fuiste, con flores naranjas, con una voz suave y sin el último beso de despedida. No lloré por mis manos rotas, por mi pelo alborotado, ni porque mi corazón se partiera en mil pedazos. Simplemente un día, sentada en tu sillón favorito, entendí que lo único que necesitaba era un abrazo y tú ya no estabas ahí para dármelo.
El ventarrón del desamor hizo su labor.
Amar es una decisión y juré hacerlo por toda la vida, pero ahora hay tanto amor en mi corazón que puedo guardarte sin dolor, puedo recordarte sin tristeza, puedo llevarte con mi vida porque eres parte de mi historia, puedo hablar de ti sin vacío, puedo ver tus fotos y sonreír con melancolía pero sin desilusión, fracaso o equivocación por haberte escogido como el hombre de mi vida. Siempre lo serás, a partir de hoy, abro mi puerta para que llegue el hombre que Dios decida para mi. Si eres tú, recuerda que el contacto físico es mi lenguaje del amor y que Dios tiene la fórmula para llenarlo. Quiero su grandeza en mi camino y en mi corazón.
Perdóname si mis pensamientos se convierten en afirmaciones o señalamientos justicieros. No pretendo liberarme o reafirmar la decisión que has tomado. Simplemente es una explicación de la aparente incoherencia del concepto del desamor, descrito con amor.
Que Dios te bendiga.
Amándote por siempre,
La flacucha.
*Escrito para el II Mundial de Escritura / Consigna día 9: Carta de desamor con amor luego de la ruptura de un matrimonio.
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