domingo, 12 de julio de 2020

Mr. Burns

Ritual sábados 8:30 am:

 

Maleta al suelo, botella de agua en el piso, coleta rápida de pelo, estiramiento, 20 vueltas a la cancha, 20 flexiones de pecho, 20 sentadillas y descanso. Hidratación, parejas, 10 carretillas, 20 squats, 10 planks, 20 jumping jacks con push-ups y 500 abdominales. Y para el cierre: subida de 7 pisos cargando a alguien "a tuta". Estiramiento y entrenamiento de coreografía. Grupo deportivo de aeróbicos de alto rendimiento, léase bien: alto rendimiento.

 

Ritual viernes 6:00 pm:

 

Ropa al suelo, 10 minutos de ducha, ropa interior, 10 minutos eligiendo blusa de fiesta, 10 minutos eligiendo pantalón, 20 minutos de secador, cambio nuevamente de blusa, 30 minutos de maquillaje, 10 minutos eligiendo zapatos y cambio nuevamente de pantalón. Taxi. Rumba electrónica. Baile de 4 horas y cero alcohol. 

 

Dos rutinas increíblemente sincronizadas a mis 21 años en la universidad. Objetivo: mantenerme saludable, divertirme y disfrutar de mi pasión por el deporte.

 

El ritual del sábado era inamovible, indispensable y era la que me mantenía con actitud durante la semana entera. Siempre la acompañaba con pesas, aeróbicos dos veces por semana y una alimentación libre de grasas, salsas y gaseosas.

 

Esos dos rituales, uno todos los sábados y el otro cada 20 días, se complementaban con las clases de dibujo a mano alzada, animación, diagramación, historia del arte, tipografía, ilustración y unas electivas que llamábamos: caldo de ojo, pasteo vespertino, corazones rotos y anti ñoñas. Así tuviéramos entregas al final de cada semestre, esas dos rutinas eran sagradas, pues mis amigas y yo, nos sentíamos todas unas divas. Jóvenes, pilas, excelentes diseñadoras, saludables, responsables y sexis en todo nuestro esplendor universitario.

 

Grado, vacaciones, pero las rutinas, firmes y constantes. 

 

"Ahí viene el calvo". Este personaje, era un señor medio calvo, alto, delgado, con el pelo chuto y medio blanco. Siempre usaba traje gris de corbata, camisa blanca y unos zapatos de suela delgada. Sus dedos largos, su tono de voz aguda y su caminado femenino, interrumpía siempre nuestros entrenamientos. Su nariz y rostro era la representación humana exacta del señor Charles Montgomery Burns.

 

Sus noticias y comentarios lo acompañaban con alguna queja haciendo cambios rutinarios. Todo porque quería que el grupo de mujeres, en vez de reflejar coreografías de alta competencia, se viera como un grupito de niñas bailando y aplaudiendo como porristas. Mm no mi querido Mr. Burns, NO y NO. Yo no entreno con tanto esfuerzo, para terminar haciendo bailes y pirámides fuera de época.

 

Su constante presencia empezó a volverse como un tercero y desesperante ritual. Hasta que un día, un sábado cualquiera y luego de dos años posteriores al grado, Mr. Burns, empleado de planta, director del departamento de deportes y jefe de nuestras entrenadoras, inventó una norma para dañarnos el día y quitarnos la sonrisa: "No se permiten egresadas en el equipo deportivo de aeróbicos de la Universidad Jorge Tadeo Lozano".

 

"Smithers, suelte a los sabuesos." 

 

¡¿A este señor que le pasa?! ¡¿Cómo nos hace esto?!. Nos obligó a salir corriendo. A cambiar el sitio de entrenamiento. Nos quitó la entrenadora los días sábados. Nos sacó de las presentaciones a las más antiguas y mejor formadas. Nos cambió los horarios y a las egresadas que trabajábamos, nos afectó el cumplimento en el trabajo. Intentamos entrenar por muchos años en otros espacios, pero cuando perteneces a un grupo y este deja de existir, es muy difícil mantener la constancia, la motivación y la intensidad de los entrenamientos.

 

Hubiera querido tener un botón que abriera el suelo y se lo hubiera tragado. Pero no, por culpa de Mr Burns, mi ritual del sábado había cambiado: guayabo, sueño, caldo de costilla, sueño, película, sueño y ganas de gaseosa con papas fritas y hamburguesa. Mi planta de energía nuclear había explotado. Perdí el ritmo. Hoy cuando intento hacer Dancehall, Shuffle, Coreo o un simple Hip Hop, mi óxido me recuerda a ese calvo desgraciado.




*Escrito para el II Mundial de Escritura / Consigna día 11: Descripción de ritual que estalla a partir de un conflicto.




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