viernes, 10 de julio de 2020

Cuatro razones

No lo recuerdan, pero en mi mente está todo detallado como una película inolvidable.

La noticia de tu llegada, por ser la primera nieta fue bastante especial. Era abril, un domingo. Estábamos sentados todos en la mesa, tus abuelos, tus papás y yo. Recuerdo que era una mesa larga, rectangular y llena de vajilla, copas de cristal,  con cubiertos, servilletas, y un centro de mesa de flores porque las cenas en familia eran toda una increíble y detallada tradición. Mientras terminábamos la cena, tu mamá llena de emoción, dijo: "papá, estoy embarazada".  ¡Eso fue toda una alegría! El abuelo se levantó de la mesa y abrazó a tus papás con tanta emoción que sacó de aquel bifé de cedro de la sala, la botella de champaña mágica. Era una botella con esferas de cristal de oro, que cada vez que alguna buena noticia, llegaba a la familia, él la sacaba y al servir, se convertían en un líquido dorado y luminoso. Buscó su reloj de bolsillo y girando lentamente el minutero, se abrió con un click y con mucho cuidado retiró la llave que permitía abrir la botella. 

Al momento de caer la primera gota, timbró el teléfono. Tomé la llamada y como una bendición, el teléfono se llenó de color, llegó el segundo momento mágico y feliz de la noche. El segundo nieto, el milagro de abril, se había hecho realidad. ¡¿Ya no era solamente una nieta, eran dos nietos los que venían en camino?!. Tu abuela se emocionó tanto cuando escuchó que era un niño, el príncipe soñado, ¡se desmayó!. Mejor dicho, por la vida de ustedes, la nuestra cambió. Por fin había llegado la alegría a nuestro castillo. Y realmente lo convertimos en un castillo, pues tuvimos que remodelar toda la casa. 

Los tres pisos, no eran suficientes. Mi papá se gastó una fortuna en coches, sillas de bebé para el carro, corrales, juguetes, monitores para ver a los bebés desde cualquier piso, en fin, todo lo que fuera necesario para que llegaran nuestra princesa y nuestro príncipe. Los abuelos estaban tan enloquecidos, que ni siquiera se fijaban en cuánto gastaban, quería lo mejor de lo mejor. Las habitaciones tenían calefacción y decoramos una para cada uno para que tuvieran dónde quedarse cuando vinieran a visitarnos. El abuelo cambió la biblioteca por un salón de estudio. Hicimos una habitación de juegos con globos y pimpones que caían del techo. Había una sala interactiva para ver películas y ustedes la adoraban porque en las pantallas se veían sus fotos pasar. Recuerdo que una noche hicimos karaoke y ustedes dormían como ángeles en las otras habitaciones y no se escuchaba el más mínimo ruido. Tenían paneles de espuma acústica para que pudieran dormir.

Al cabo de un año, mientras desayunábamos en el jardín, mis hermanas se pusieron de acuerdo para que llegara un obsequio para los abuelos. Yo recibí dos cajas rosadas en la puerta del castillo. Cada una tenía un globo elevado con el nombre de ustedes dos por dentro. Flotaba con letras violetas y los aleteos de mariposas amarillas. Mientras caminaba hacia el jardín, mis lágrimas salían llenas de emoción. Si, mis princesas. Ustedes dos, eran el anuncio de dos nuevas ilusiones. La dulzura de tus ojos iluminaron el cielo porque llegaste con la luz del día. Y tú mi morenita, la nieta más pequeñita, que iluminas mi vida con tu sonrisa.

Los abuelos lloraban de emoción. Cuatro nietos sincronizados para alegrarnos la vida. Si la primera vez cambiaron la casa por un castillo, esta vez, decidieron ¡comprar otro!. Uno más grande, en un clima más calientico, con piscina, con jardines que tenían flores gigantes, con casas en el aire, puentes colgantes con cordones de plata, con árboles que formaban figuras con sus tallos, con laberintos y parques de arena, con pajaritos de todos los colores, conejos con chalecos, patos azules, pavos reales de dos cabezas y hasta avestruces doradas. Debo reconocer que enloquecieron aún más. Hacían mercados enormes, tenían un reloj tan alto como la casa que marcaba los minutos de su llegada y los esperaban en la entrada con los brazos abiertos. La abuela siempre mandaba preparar los mejores manjares y les compraba loncheras con sus personajes favoritos y con claves mágicas que los hacían divertirse cada vez que las abrían.

Así, así tal cual recuerdo la llegada de ustedes. Mis cuatro razones. Algunos niños cuando crecen, niegan estas historias. Pero me gusta ser un gran pez, un Big Fish, que recuerda los momentos más especiales de la vida, con una grandeza inexplicable. 

Nunca dejen de ser niños, los adultos a veces lo olvidamos y nos volvemos aburridos. Por eso, recuerden que mi niña, siempre estará con ustedes.



*Escrito para el II Mundial de Escritura / Consigna día 10: Escrito inspirado a partir de una película: Big Fish






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