domingo, 8 de agosto de 2021

Abuelita Luca

Ser bisabuela, ser abuela, ser mamá y ser niña. Ahí empezó todo. En tu primer suspiro, tu primer llanto, 100 años atrás. No lo escuché, pero supongo que debió ser suavecito y pequeñito como tú. 

El primer suspiro de vida que Dios eligió en un día de mayo, con el mes de las flores en el campo, del sol tímido en las montañas frías de Nuevo Colón, en un día de luz. Así aprendiste a caminar sin afán, sin apuros. Creciste sostenida por tus alpargatas resistentes al frío y al calor. Con la mirada baja y tus dedos diminutos, tomaste de la mano a mi abuelo y te entregaste a Dios. Al lado del ímpetu de un hombre que no le temía dejar el campo. Tuviste que enfrentarte a la imponente capital y con toda tu devoción, llevaste el verbo en tu corazón. Él, siendo tu bastón y con la inocencia de tu juventud, construyeron un heptágono de una estricta formación. Te desprendiste de tus dos primeros varones con la ilusión de verlos predicar la palabra de Dios. Pero sería un día, en el ofrecimiento que le hiciste a él, al señor, por salvarte de la furia de un bovino que apuntaba su mirada sobre tu vientre, se iluminó años después, con el hábito religioso en una de tus hijas. Un legado de 5 hijos, 3 nueros, 7 nietos y 9 bisnietos que hoy te miramos desde la barrera. 

No podemos hacer parte de tu lucha instantánea por respirar con los ojos cerrados, pero sí podemos luchar por amarnos entre todos como nos amas tú. Esa es tu obra. Amar la vida. Y aquí me tienes abuelita. Sentada a tu lado, cuidándote una noche entera como nunca lo hice, pero nunca es tarde y menos para ayudarte a cruzar. Te tomo de la mano y oro. Le pido a Dios que te dejes llevar por ese valle de verdes prados al que perteneces. Mi abuelo, el que tanto amas, te está esperando. Ve con él. Nunca fuiste de la tierra, le perteneces al cielo, donde viven los seres perfectos como tú.  

Eres un ángel aún sin vuelo.
Si. Aún eres…
Única.
Pequeñita.
Dulce.
Silenciosa.
Lúcida.
Creyente.
Sonriente.
Humilde.
Resistente.
Valiente.
Amorosa.
Leal.
Espiritual.
Bella.
Amada.

Eres una mujer excepcional.

Te escribo para que dejes de ser una anécdota y te vuelvas historia. Para leerte en voz alta, cuánto te ama Dios y cuánto te amo yo. Quiero recordarte que has vivido un siglo completo sin decaer, sonriente y sin temerle a la vida. Hoy con el instante del silencio donde ya nada importa, sino el hecho de que estés en paz, debo admitir que sigo aprendiendo de ti. Te desprendiste desde hace muchos años de lo terrenal, que nos nubla constantemente de la verdadera felicidad. Gracias abuelita por demostrarnos la descripción perfecta de la existencia de Dios. No es un ser humano, no es materia, no se puede retratar y la razón humana no nos da para entenderlo. Es un número infinito al que hoy tuve que recurrir nuevamente para llenarme de valor para estar a tu lado por si dejas de respirar. Soy una partícula minúscula de la familia que nunca tendrá un legado de sangre como el tuyo, pero te prometo que llevaré el mejor legado que me pudiste dejar: el amor. Me enseñaste a amar. Así, incondicional. Dando sin pedir nada a cambio. Como te definió tu primera nieta a través del versículo Corintios 13:4-7 en tu cumpleaños número 100. Sin escuchar de tu boca jamás un juicio, vanidad, furia o desesperación. ¿Cómo lo hiciste parecer tan fácil?. Debo recordarme diariamente ese versículo, que es mi favorito. Quiero ser como tú, es difícil, pero nos demuestras que no es imposible.

Suéltate abuelita, libera tu equipaje y déjate llevar. Prefiero verte descansar que verte dormir sin despertar. No le temas a este instante que te preguntaste millones de veces. No sé si te estoy pidiendo mi voluntad. No sé si soy egoísta por quererme alejar de la agonía, de las luces intermitentes, de los gritos de almas desconocidas, de las gotas de suero o los sonidos de supervivencia. Perdóname abuelita por no tener la sabiduría de saber si lo estoy haciendo bien. Tal vez elegirás a otra persona, otro momento u otro lugar para descansar. 

Si no estaré contigo en tu último suspiro, quiero que sepas que estaré bien abuelita, me pidieron que te dijera que me están cuidando. Todos estaremos bien. Nos hemos estado cuidando. Estamos unidos gracias a ti. Lograste armar un punto común entre la política, la educación, la espiritualidad, la psicología y la bondad. Tú eres nuestro punto en común. Eres el amor y eso es Dios. No tengo conmigo tu Biblia o libros mágicos de páginas gastadas, tus estampitas con el divino niño, tus camándulas, tus imágenes religiosas o tus vírgenes iluminando tu habitación, tengo solamente un Salmo. 

El Salmo 23:

1 Salmo de David El Señor es mi pastor, nada me falta:

2 en verdes praderas me hace reposar, me conduce hacia las aguas del remanso

3 y conforta mi alma; me guía por los senderos de justicia, por amor a su nombre;

4 aunque vaya por un valle tenebroso, no tengo miedo a nada, porque tú estás conmigo, tu voz y tu cayado me sostienen.

5 Me preparas una mesa ante mis enemigos, perfumas con ungüento mi cabeza y me llenas la copa a rebosar

6 Lealtad y dicha me acompañan todos los días de mi vida; habitaré en la casa del Señor por siempre jamás.

No llores de angustia abuelita Luca, llora de felicidad, porque al lugar al que vas, el recuerdo de tu sonrisa será la que nos iluminará en el momento en el que decidas volar, o mejor aún, cuando Dios haga lo que mejor sabe hacer para nuestra felicidad: su voluntad.

Te amo abuelita Luca. 

1 comentario:

  1. Que hermoso Lilí! Saludos de parte de nuestra familia a la abuelita Luca. La queremos mucho.

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